Los tipos listos siempre la acaban liando parda 2ª Parte
¿Te acuerdas de Airbnb, Uber y la economía colaborativa? Pues olvídate, porque eso ya no mola. Resulta que, mientras nos contaban la historia de un mundo horizontal donde todo se comparte, construían multinacionales verticales que acaban comportándose como monopolios digitales.
Esa tradición tan de San Francisco de mezclar los negocios y el flower power les funcionó muy bien a esas empresas. Con ella, conquistaron los corazones y los bolsillos del público, sobre todo de la generación millennial. Ahora, una nueva pandilla de iluminados han tomado nota de como hay que hacer para convertir en dólares una utopía.
Aunque no la hayamos pedido, ya tenemos aquí otra revolución digital. Se llama blockchain y promete llevarnos a un paraíso descentralizado donde no existen los bancos, ni los abogados, ni intermediarios de ninguna clase. Allí todo fluye interconectado por contratos inteligentes auto-ejecutables en un mercado sin límites.
Quienes van a materializar esta vez la nueva utopía no son gigantes corporativos. Se piensa conseguir introduciendo en Internet la burocracia de la encriptación y el oro digital de las cripto-divisas. Dando impulso a este movimiento, late más o menos escondida una mentalidad inquietante. En este artículo queremos desenmascararla.
La profecía
Los tipos listos siempre la acaban liando parda (o las mejores catástrofes de la América Corporativa en el S XXI) fue una artículo de 2015 donde hacíamos una profecía. Jugando a hacer de nostradamus, allí se predecía que estábamos a punto de presenciar otro de los típicos desastres a los que nos tienen acostumbrados los campeones del hiper-capitalismo anglosajón.
La profecía decía que, cada pocos años, emerge una nueva hornada de superhéroes de los negocios que brillan como rockstars durante un tiempo, después, empiezan a perder el lustre y acaban dejando un gran marrón para que se lo coman los demás. Los primeros en liarla parda fueron los vaqueros de Enron en medio de la desregulación del sector energético. Luego, la que montaron los ludópatas de Lehman Brothers y compañía en el de las finanzas fue muy épica. Ahora, les tocaba el turno a alguno de los tecnócratas amontonados en Silicon Valley, probablemente a los de Facebook.
Lo que decía entonces ha resultado no estar del todo desencaminado. Hace unos meses retomábamos el caso Facebook. Recientemente, hasta los mismos fundadores de FB han reconocido públicamente que crearon un monstruo. No quieren que sus propios hijos se acerquen a tocarlo ni con un palo. Trabajar en Google o Amazon ya no es tan cool como antes. El periódico inglés The Guardian se preguntaba el pasado noviembre cómo es posible que los techies de Silicon Valley estén cayendo tan bajo como para que empecemos a verlos como los nuevos banqueros.
Los tipos listos otra vez
¿Y nosotros, nos hemos cansado de hacerles millonarios y comernos sus marrones? Pues parece que no, porque ya tenemos un reemplazo para las super estrellas del firmamento corporativo. Para los que no los conocíais, os presento a Satoshi Nakamoto y a Vitalik Buterin creador y perfeccionador respectivamente de la tecnología blockchain —con la que se están creando las criptodivisas comom Bitcoin, entre otras cosas—.


El oro
Bitcoin no es el dinero digital. Con tiempos de transacción de 10 minutos por operación y comisiones cada vez más caras, no sirve para intercambios de poca cantidad. Pero sí que es capaz de crear y conservar valor monetario. En un universo infinito de ceros y unos, esos genios que acabamos de conocer se las han arreglado para crear un bien que es escaso por diseño.
Es un logro remarcable: el equivalente a estar en una playa y conseguir que la gente empiece a volverse loca por comprar unos cubos de arena con los que se sienten millonarios. Bitcoin no es dinero, sino oro digital. A Nakamoto y sus cripto-fans les corresponde un mérito dudoso. Ellos son quienes han desatado conscientemente la especulación y la fiebre del oro que estamos viviendo con las critpodivisas.
Los bloques
Pero lo que está pasando con ellas es una anécdota comparado con la expectación que despierta todo lo que tiene que ver con la cadena de bloques, la tecnología que se inventó para crear Bitoin. Algunos piensan que nos encontramos ante el nacimiento de una nueva Internet descentalizada. Tan fiable, que hará innecesaria la confianza entre los humanos.
Blockchain es un mundo de fanatismo y oportunismo. Todo está basado en una tecnología que todavía está en fase experimental. Pero ya ha generando expectativas estratosféricas de lo que va a ser capaz de hacer en el futuro. También, está atrayendo miles de millones de dólares para desarrollar proyectos y a mucha gente que solo busca aprovecharse.
Es un tema donde la típica retórica futurista con la que se suele hablar de la tecnología va acompañada de buenas dosis de ideología y radicalizad. Entre tanto ruido, conviene desmitificar un poco para saber que es blockchain y en que momento se encuentra.
Ir al notario
En lugar de una tecnología nueva, blockchain es un mix de protocolos que ya existían que se han combinado para lograr un registro de transacciones totalmente fiable que nadie puede modificar maliciosamente. Para ello se ha optado por una estructura de red distribuida y varias funciones de seguridad que protegen los datos e incentivan la participación.
Para que nadie pueda alterarlo, no hay un registro central donde se almacenan lo datos. En su lugar, hay un ejército de varios miles de nodos (mineros) que mantienen actualizada una copia completa cada uno.
El principio que late en Blockchain se podría resumir en: ralentizar el sistema para ganar seguridad; sacrificar eficiencia —en tiempo y coste— por fiabilidad; duplicar y esparcir los datos para protegerlos.
Blockchain en el fondo es como ir al notario. Todo es lento, complicado y caro —al menos de momento—, pero sirve para dar fe.
Debido a estar diseñadas como acabamos de describir, sus aplicaciones siempre tienen problemas de escalabildad, gobernanza y de economía/ecología de los datos que les impiden avanzar. Cada vez se están haciendo más evidentes. Los fanáticos de la encriptación dicen que los están solucionando. Pero eso no parece del todo cierto, tal y como se explica con detalle en este artículo.
Abuelo anarcocapitalista
Que exista algo como Blockchain permite que empecemos a soñar con un mundo sin bancos, ni abogados ni intermediarios. Podría sacudir los cimientos de Wahsington, Wall Street o Silicon Valley. Las estructuras de poder tradicionales —políticas, tecnológicas y económicas— se verían afectadas. Si eres de los que no simpatiza con banqueros, ni políticos ni monopolios tecnológicos como Google o Facebook, puede que estés pensando donde hay que apuntarse. Pero mejor no precipitarse. Cuando empiezas a rascar un poco, lo que sale a la luz es bastante preocupante.
El padre del fundador de Ethereum, la aplicación más importante junto con Bitcoin, se declara en Twitter orgullósamente anarco-capitalista. Una ideología que parece que también ha heredado su hijo.

La utopía descentralizada de los fanáticos de la criptografía es el sueño húmedo de un libertario. Hay tanto odio al estado, como veneración por el mercado. La tecnología es un medio para facilitar la transición de poder del uno al otro.
Jugando con burbujas
Lo que se nos presenta como una revolución no nos coloca en la casilla de salida de nada. Es más bien la culminación de un proceso que lleva cuarenta años en marcha. Es el triunfo del neoliberalismo más radical.
En el mundillo de blockchain se odia abiertamente al sistema financiero. Pero lo que les molesta, en realidad, es que esté regulado. Es la intervención estatal lo que se quiere eliminar, todo lo demás se incorpora a su modelo.
La burbuja y la crisis de hace unos años fueron un experimento anarcocapitalista en el que se inspira la cripto-economía. Unos cuantos viejos conocidos de entonces reaparecen para echar una mano con ella. El papel esotérico que se le daba en su día a las matemáticas en la economía, la teoría de juegos, innovaciones financieras extravagantes, John Forbes Nash, los chicos de la escuela austriaca todos se han apuntado a la fiesta otra vez. Mientras dura la música, se vuelve a jugar a la patata caliente con instrumentos financieros con bonitos nombres y el aura de prestigio de la innovación. En el fondo, todo el mundo sabe que son tóxicos, pero los aguafiestas que suelen recordarlo no están invitados.
De vuelta al casino
Eso es en lo que se han convertido muchas ICOS, esa nueva forma de financiar startups haciendo una oferta pública para vender tokens (títulos financieros digitales). Ahora mismo, para conseguir unos millones de dólares en una todo lo que se necesitas es:
- Una cuenta de Telegram con al menos 20 mil seguidores.
- Un pdf donde dices que vas a revolucionarlo todo con Blockchain.
- Un equipo de gente critpo-entusiasta.
- Una emisión de tu propia moneda digital.
Cuando el efecto FOMO se contagia, nadie quiere ser el pringado que se queda fuera. Están saliendo inversores por todas partes. Algunos, son engañados en puras estafas y otros, se van contentos a casa a imaginarse que harán con tanto dinero cuando vendan su lechera llena de tokens.
En esta entrevista Buterin lo deja muy claro. Hay que animar el cotarro con burbujas para financiar la disrupción. Es por una buena causa —a la que le consta que se unirían unos cuantos banqueros de JP Morgan amantes de la innovación—. «Los incentivos económicos pueden unir a la gente de muchas maneras que la política no puede hacer», argumenta el presentador de TechCrunch.
Antes fue in god we trust.
Luego in nation states we trust.
Ahora in math we trust.
Disrupción o conquista
Pero ¿Para que quieren Vitalik y compañía provocar intencionadamente una fiebre del oro y una economía de casino parecida a la del sistema financiero de antes de la crisis? ¿Cual es esa disrupción que esperan conseguir?
La explicación depende del grado de cinismo del observador. Razones para desconfiar no faltan, teniendo en cuenta el historial reciente de los innovadores tecnológicos.
Cruzada ideológica
Combinando pruebas matemáticas, encriptación e incentivos inspirados en la teoría de juegos, Blockchain quiere crear un registro tan fiable que exista un consenso universal de que lo que ahí se dice es verdad. Entonces, ya no necesitaremos ni confianza entre nosotros ni política. Desaparecerá el gobierno y todo tipo de jerarquía. Todo fluirá sin fricciones en un mercado infinito gobernado por contratos inteligentes auto-ejecutables.
Muchos de los que están desarrollando o apoyando Blockchain lo hacen por ideología. El libertarismo, la ciberutopía o el anarco-capitalismo ven en ella un camino para conseguir sus aspiraciones. En este contexto el libertarismo corporativo que animaba a los creadores de gigantes como Facebook, Uber o Google esta mutando. Se está transformando en anarco-capitalismo utópico. Tanto gobiernos como corporaciones se sustituyen por un entorno smart que lo decide todo por si solo. El código programado es el que toma las decisiones en lugar de los ineficientes humanos.
En la misma entrevista que mencionábamos antes, Buterin menciona como evangelista de Ethereum a una ministra transgénero de asuntos digitales de Taiwan que se declara anarquista conservadora. Ha surgido también alguna iniciativa liderada por mujeres para mejorar la diversidad de los equipos de ese ambiente tan masculino. Pero la mayoría parece estar cortada por un patrón algo diferente. Hay muchos que ven en Blockchain la forma de conseguir su sueño de un salvaje oeste digital fuera del alcance de los gobiernos. Nada de políticas re-distributivas ni de género, tan molestas para los verdaderos emprendedores.
Agenda oculta
Durante años, en el mundo tecnológico se han creado, apoyado y justificado a los grandes monopolios digitales. Ahora, de repente, programadores que trabajaron en Uber o Google dicen que quieren acabar con esos malvados gigantes corporativos. Muchos de ellos se han puesto a desarrollar aplicaciones descentralizadas con Blockchain para sustituirlos. ¿A que se debe este giro? Quizás les pase como a Peter Thiel el fundador de Paypal. Denunció a Ebay por prácticas monopolísticas en el ámbito de los pagos online para poder ejercerlas él con su propia plataforma.
Bitcoin promete ser una moneda sin banco central, sin un estado o una corporación que la controle. Pero la realidad es otra. La propiedad de los Bitcoins esta muy concentrada en pocas manos. El 40% pertence a 1000 usuarios. Las decisiones de uno solo de esos propietarios es capaz de influir en los precios de la moneda. Es lo que se sospecha que ha pasado recientemente.
Los fundadores de Ethereum y todas las aplicaciones de Blockchain conservan procentajes de los títulos digitales que emiten que les garantizan parte del control. El código de programación de cada aplicación está en manos de un núcleo pequeño de desarrolladores que las actualizan y modifican. Los problemas de escala y gobernanza que tienen las estructuras distribuidas hacen que se estén popularizando las blockchains privadas bajo permiso de su dueño. Está emergiendo una tendencia a sacrificar la descentralización para mejorar esos problemas.
Hay mucho por discutir en las afirmaciones de que todo lo que utiliza blockchain está totalmente descentralizado y no tiene dueños ni líderes. El nuevo dinero —o el poder— se parece mucho al viejo, pero en otras manos. Con la economía colaborativa lo vimos recientemente: una utopía de horizontalidad que, al final, es solo un cambio de papeles.
Caja Negra
Uber o Airbnb han creado marketplaces digitales desregulados que ellos controlan. Dentro se comenten ilegalidades por las que cobran comisiones que luego se llevan a paraísos fiscales. Se comportan como auténticas cajas negras que esconden sus datos a ayuntamientos o a hacienda.
Ese efecto de caja negra se potencia todavía más en el entorno de blockchain. Con ella no solo se pretende desarrollar criptodivisas sino también mercados digitales de todo tipo. Al tener sus propias monedas, el marketplace y el paraíso fiscal son el mismo espacio opaco. Es revelador que el ministro de economía de ese paraíso de la transparencia bancaria que es Suiza haya anunciado que tiene intención de convertirla en la nación de las criptodivisas.
Las ilegalidades de los conductores o anfitriones de las plataformas colaborativas son de patio de colegio comparadas con lo que sucede en Bitcoin donde el 44% de las monedas se dedican a negocios ilegales. La generalización de Blockchains podría facilitarle las cosas a la delincuencia y aumentar la proporción de capital criminal que circula por el mundo.
Acto de fe
Muchos desarrolladores de blockchain son auténticos creyentes en el poder de la encriptación. Aceptan de forma consensuada que el código programado es perfecto y que el sistema no puede hackearse. Lo que ha sido sellado criptográficamente por el sistema se considera inmutable, eterno y verdadero. Más que una cuestión de confianza se trata de un verdadero acto de fe.
Cuando uno de ellos está a punto de perder la esperanza tienen una expresión para motivarse: hodl!. Un error tipográfico de hold: no vendas tus Bitcoins, aunque esté bajando el precio. Sigue creyendo.
Innovación tóxica
Hay aplicaciones de la encriptación como los contratos inteligentes y las organizaciones anónimas descentralizadas que suenan interesantes, en teoría. Pero, recientemente, hemos tenido muy malas experiencias con innovaciones tóxicas envueltas en buenas palabras. Yo, particularmente, estoy cansado de la gente ambiciosa disfrazada de filántropos.
En la bandera del anarcocapitalismo el negro simboliza el caos del no estado y el amarillo el oro del mercado. En blockchain el negro es el de la caja opaca desregulada e irregulable de negocios anónimos que protege; mientras que el amarillo es el oro que brilla en la economía de casino en el que se han convertido Bitcoin y las otras criptodivisas digitales. Sospecho que de nuevo no estamos en buenas manos.
¡Hodl campeones!
¡A ver la que nos liáis esta vez!