(Imagen: Capitán América Corporativa)
Los tipos listos siempre la acaban liando parda
Hoy el cuerpo me pide denunciar y jugar un rato a hacer de Nostradamus. Hace tiempo que llevo queriendo decir cuatro cosas y las he concentrado en una teoría de la conspiración de cosecha propia que incluye una profecía y que dice así:
La teoría
La América corporativa, de cuando en cuando, produce una nueva hornada de tipos listos que se convierten en héroes de los negocios y que, después de brillar como estrellas de rock por un tiempo, acaban liándola parda a niveles estrepitosos. Se trata de una historia cíclica que, en lo que llevamos de siglo, ha sucedido un par de veces con un espacio de 7 años entre ellas.
Mi profecía
Ahora mismo, ya tenemos entre nosotros a otra de esas hornadas de chicos listos haciendo de las suyas y se va acercando el momento de que provoquen otra de sus típicas catástrofes.
En este post voy a intentar repasar quienes han sido esos super-héroes de los negocios en el SXXI que decepcionaron a todo el mundo, recordar la que montaron en su día y buscar a los que están ahora ocupando su lugar para que, ya que no podemos evitar que provoquen otro desastre, al menos, esta vez, estemos preparados cuando suceda.
¿Donde encontrarles y como reconocerles?
Mercado bueno, estado malo. Si no piensas así, nunca serás un tipo listo.
Si crees que debería de existir un marco legal adecuado que deje sitio a la iniciativa privada mientras pone orden y determina responsabilidades, eres un mindundi. La desregulación, cuanta más mejor. Ella es el río revuelto que necesita el tipo listo para pescar su ganancia.
Innovar en la sombra es una de las aficiones a las que dedican gran parte de su tiempo todos los tipos listos. Les encontrarás en su hábitat natural que son los espacios poco iluminados donde la frontera entre lo alegal y lo ilegal no está bien definida. Las historias que vamos a contar tienen mucho que ver con creatividad contable, ingeniería financiera e innovación tecnológica, desarrolladas en esos lugares grises donde ellos se sienten especialmente a gusto.
Los Vaqueros de Enron

Enron fue una empresa de Houston, Tejas, que operaba en el sector energético, estrechamente relacionada con la derecha americana partidaria de la liberalización de ese sector. Su fundador, Kenneth Lay, fue un activo defensor de la desregulación del mercado del gas natural y su empresa, creada a mediados de los ochenta, fue una de las principales beneficiarias durante ese proceso.
El santo patrón que les protegió fue Bush padre, que era muy amigo del fundador, del que Bush recibió subsidios millonarios cuando se tramitaban las leyes desreguladoras del sector. Fue una de las más llamativas relaciones entre una empresa y un político que ha existido en los EEUU.
El perfil que tenían los chicos de Enron era el del gallito de corral, el hombre de acción al que le gusta alardear. Las hazañas de estos vaqueros corporativos se convirtieron en leyendas de la empresa que se repetían en cenas y reuniones en plan: fíjate aquello que hizo el machote del jefe en aquel rallie de motos que organizaron los directivos.
En los noventa fue una de las empresas insignia de la nueva economía. Sus dirigentes fueron celebrities del firmamento corporativo que salían en revistas y eran admirados por todos.
Pero esa apariencia brillante escondía otra cosa. Enron era en realidad un castillo de naipes hecho de ingeniería contable. La empresa se las arreglaba para subir su valor en bolsa publicando unos resultados periódicos con enormes beneficios cuando la realidad era que tenía enormes pérdidas. Mediante todo tipo de artimañas, un entramado complejo de negocios y empresas emparentadas y la complicidad de grandes bancos, auditores y consultores, lograron durante años maquillar la situación real.
Todo esto se puede ver en el documental Enron, The Smartest Guys in the Room (en España Enron, los tipos que estafaron a América).
Cuando se hizo la luz en 2001, la empresa entró, inmediatamente, en una de las mayores quiebras que había sucedido en el país hasta entonces, provocando el despido masivo de decenas de miles de empleados. También, supuso el fin de la prestigiosa consultora Arthur Andersen que fue condenada por delitos de obstrucción a la justicia y de destrucción y alteración de documentos relacionados con la quiebra. Los accionistas, por descontado, perdieron todo su dinero excepto aquellos directivos que, meses antes, vendieron sus acciones cuando vieron la que se les venía encima.
Lehman Brothers y Compañía
El perfil del tipo listo de Wall Street puede parecer más cosmopolita y elegante que el del vaquero, sin embargo, no deja de esconder su lado cutre con tendencias a la ludopatía y a ciertas adicciones, como afirmaban algunos estudios de universidades que se hicieron sobre ellos.

El patrón de estos chicos no fue ningún político perteneciente a una influyente familia que se identificase con ninguno de los principales partidos políticos norteamericanos. De hecho, este santo barón mantuvo su puesto durante las administraciones de presidentes de todas las condiciones. Se trata de Alan Greenspan el presidente de la reserva federal durante veinte años y apóstol del «dinero fácil» que fue la política monetaria a la que muchos culpan de la crisis financiera que dio pie a la Gran Recesión, la etapa en la que nos encontramos.
Todos tenemos más o menos fresco el susto de esa crisis de 2008 y todo aquello de las hipotecas subprime, los derivados tóxicos, las agencias de calificación, los gigantescos rescates. Si se te está olvidando el tema, es bueno echar otra ojeada al documental Inside Job. En él, se contaba que era eso de la cadena alimenticia de la securitización y se explicaba el tinglado que tenían montado con aquellas innovaciones financieras que acabaron siendo como una patata caliente, que todos se van pasando esperando que le explote al siguiente.
Aquí me gustaría recordar un interesante enfoque, ahora olvidado, que se manejaba en los años anteriores a la crisis y que se llamaba «La Gran Moderación». La idea que había detrás de este concepto es que, a partir de la mitad de los ochenta, el capitalismo financiero había entrado en una especie de nirvana donde las crisis se habían acabado y todo estaba bajo control. Quien lo hizo famoso fue Ben Bernanke, el que ha sido hasta hace nada el sustituto de Alan Greenspan en la reserva federal (no será por sus dotes de futurólogo). En un documento, que fue influyente en su momento, decía cosas como estas al analizar el porque de esa supuesta estabilidad: una política monetaria y crediticia acertada junto con «la creciente profundidad y sofisticación de los mercados financieros, la desregulación de muchas industrias entre otros factores» han contribuido a la flexibilidad y a la estabilidad del sistema. Los pobres mortales podíamos dormir tranquilos por que sus modelos econométricos y sus matemáticas, que nunca entenderíamos, nos habían por fin conseguido la felicidad eterna.
Sofisticadas innovaciones que solo comprenden los iniciados y desregulación suelen tener un papel central en el imaginario de estos chicos listos. Es típico de ellos venirse arriba con facilidad y, mientras les dura el cuento, tratar de tontos a los que no les siguen el rollo. No olvidemos como se menospreció a la gente que no veía que las cosas fuesen tan de color de rosa como las pintaban. Es lo que le pasó al famoso Roubini al que se le llamaba Dr. Doom (Doctor Catástrofe) o a alguien tan poco sospechoso de ser un antisistema como a Raghuram Rajan. El economista jefe del FMI calló en desgracia por tener la osadía de estropear el momento de jubilación de Greenspan en 2005, pasando entre los economistas del momento un documento que avisaba de cierto riesgo ligeramente preocupante en la situación crediticia, que, seguramente, no iba a ser nada. Una desfachatez de aguafiestas que no le ayudó a mantener el puesto.
Las dimensiones de la que liaron en 2008 los tipos listos de Wall Street fueron épicas. La onda expansiva de aquel crack se extendió por economías que aún siguen temblando como la nuestra. A aquello del milagro español le ha seguido una resaca muchas veces más larga que la fiesta de la noche anterior.
El mismo Greenspan, ante una comisión del congreso, pareció admitir parte de culpabilidad en lo que había pasado cuando utilizó la expresión «flaw»: una falla o defecto que había encontrado en su filosofía económica, sobre la que había fundamentado la política monetaria de los EEUU durante 20 años.
Pero esas historias de innovaciones en la sombra y reguladores dormidos, a pesar de haberse demostrado que es una combinación muy peligrosa, es algo de lo que no terminamos de librarnos, como vamos a ver más abajo.
¿Donde están ahora los tipos listos?

Mi teoría es que los tipos listos de hoy se encuentran apelotonados en Silicon Valley en el ambiente de las startups tecnológicas, esas grandes fuentes de innovación que son las que suelen defender la desregulación de los mercados en nuestros días.
En los noventa, el perfil de moda en Silcon Valley era el del novato encerrado en un garaje inventando una tecnología que le convierte en millonario. Ahora ese estereotipo ha cambiado y tiene menos que ver con los garajes y más con el capital riesgo. El nuevo perfil es el del visionario espabilado que consigue cientos de miles de dólares por desarrollar una app o una nueva red social.
Los que me conocen saben lo fascinado que estoy por la Ideología Californiana que fue uno de los temas estrella en mi repertorio de conversaciones de taberna del año pasado. Ya tenía ganas de publicar algo acerca de ella y últimamente he escrito estos dos artículos sobre el tema:
- La Ideología Californiana: crítica del neo-liberalismo puntocom (1995)
- La Ideología Californiana: crítica del neo-liberalismo versión dospuntocero
Lo que viene a criticar esa expresión es que existe una mentalidad compartida por los emprendedores californianos basada en una utopía tecnológica en la cual ordenadores e Internet nos liberarán y harán innecesarios a los gobiernos.
Las TIC «empoderan» al individuo, aumentan la libertad personal y disminuyen el poder del estado. El gobierno debería de dejar de molestar a los emprendedores que son la única gente con el valor de arriesgarse. En lugar de regulaciones improductivas, los ingenieros visionarios están creando herramientas necesarias para facilitar el mercado libre del ciberespacio como son la encriptación, la moneda digital y los procedimientos de verificación. Cualquier intento de interferir con estas fuerzas emergentes será como luchar contra la naturaleza ya que, de acuerdo con el editor jefe de Wired, la mano invisible del marketplace y las fuerzas de la evolución de Darwing son la misma cosa.
Básicamente, en esta visión, el mundo está dividido en dos: los visionarios y los pringados. Si los segundos dejamos actuar libremente a los primeros nos acabaran haciendo a todos ricos, guapos y hasta inmortales.
Los emprendedores californianos se han buscado a una vieja amiga de Greenspan como madrina: la escritora Ayn Rand. Ambos eran de la misma pandilla que se llamaba a si misma The Collective y se reunían en la casa de Rand en los años cincuenta para leer sus libros y desarrollar el objetivismo, una ideología anti-estado que propone que debemos de deshacernos de cualquier impulso de altruismo para convertirnos en individuos libres y autosuficientes.

En el documental de la BBC Vigilados por máquinas amorosas, se cuenta la relación de Greenspan y Rand y, también, se avisa de como la fe ciega o el exceso de optimismo en la tecnología de la ideología californiana entraña muchos peligros y fue clave en la sustitución de la élite política por la financiera durante el proceso de globalización.
El problema es que la Ideología Californiana nos libera del poder del estado a cambio de dárselo a grandes corporaciones. Internet no reduce la jerarquía, como piensan algunos, sino que está mercantilizando la personalidad y produciendo una transmisión compleja de poder e información a esas corporaciones.
Es difícil encontrar mejores palabras para explicar ésto que las que escribió Hundog (que es el alias de una pionera del ciberespacio que en realidad se llamaba Carmen Hermosillo) en 1994:
Está de moda sugerir que el ciberespacio es como una isla donde la gente es libre para soltarse y expresar su individualidad. Eso no es así. He visto a mucha gente esparciendo sus emociones -sus entrañas- en la red. Yo misma lo hice hasta que empecé a ver que me había mercantilizado (o commoditizado). Commoditizar significa que conviertes algo en un producto que tiene valor monetario. En el siglo XIX los productos se hacían en fábricas por trabajadores que en la mayoría de los casos estaban explotados. Pero yo estaba transformando mis pensamientos interiores en materias primas —commodities— para las corporaciones propietarias de la plataforma donde las subía como Compuserve o AOL. Y esa commodity era entonces vendida a consumidores como entretenimiento. El ciberespacio es un agujero negro, absorbe energía y personalidad y la representa como un espectáculo emocional. Esta hecha por negocios que mercantilizan la interacción y la emoción y nosotros nos perdemos en el espectáculo.
Actualmente, la economía digital está demostrando ser muy peligrosa. En este artículo se habla de la concentración de poder y de la desigualdad creciente que está provocando y del alarmante efecto de «winner tales it all» (todo con el ganador) que acompaña a esa concentración.
En este otro artículo el fundador de una empresa tecnológica, que se ha negado a aceptar el modelo de crecimiento de las startups californianas con sus exageraciones y fatalidad, dice varias cosas interesantes. Según él la manía por la disrupcción, la obsesión por los unicornios (empresas de más de mil millones de euros) o el rol central de los inversores de capital riesgo, que crean relaciones viciadas de dependencia en las empresas deudoras, son cosas que envenenan el panorama empresarial.
Hazte un gigante o vete a tu casa, parece ser la forma de ver los negocios que se ha extendido entre muchos emprendedores tecnológicos de los que se espera que creen modelos de negocio altamente escalables y con crecimiento acelerado. Ya no es suficiente con entrar al mercado, hay que dominarlo. Ya no es suficiente servir al cliente, hay que capturarlo. Un enfoque que recuerda al gigantismo del sistema financiero que ha creado esas grandes corporaciones crediticias que son «too big to fail» o demasiado importantes para fracasar y a las que tenemos que rescatar entre todos.
Lo mismo que los chicos de Enron llenaban portadas en los noventa los Marck Zuckerberg o Travis Kalanik son las estrellas del momento en el mundo de los negocios. Ya sabéis cual es mi profecía, estamos ante un patrón que se repite y ya va siendo hora de que los nuevos tipos listos hagan de las suyas. Y yo no soy el único colgado que dice este tipo de cosas como podéis comprobar en esta entrevista con el fundador de The Pirate Bay, que dice que la única esperanza que tiene es que el capitalismo extremo de Internet acabe colapsando por si mismo, cuanto antes mejor y de la forma más dura posible.
Ya veréis como, cuando se lié parda, los tipos listos echaran la culpa al regulador mientras que, ahora mismo, se están gastando millones de dólares para que no regule. Como ha pasado en San Francisco estos días con Airbnb que se ha gastado ocho millones de dólares para que no saliese adelante una regulación municipal que ponía orden en el alquiler vacacional y el home sharing.
¡Dadle duro muchachos! ¡A ver la que nos liáis esta vez!